Cinthia- Es imposible.

Silvio- Que poca fe nos tiene, Doctora.

C- No es eso. Nadie se cura tan rápido.

S- Y al finalizar el tiempo, de no sentirme… ¿Normal, sería la palabra? El que interrumpe el tiempo es el paciente. En este caso yo.

C- ¿Y siempre va a decidir cuando volvernos a ver?

S- No precisamente. Le dije que tiene cuarenta y cinco minutos, cuarenta y cuatro ahora, para curarme.

C- ¿Y si, no sucediera?

S- Ninguno de los dos llegará a la navidad. Y el regalo de Sabrina no será llevado por su madre. (Extrae una soga) Cada uno estará atado a un extremoy usaremos la ventana, no para llamar por teléfono, sino para terminar con nuestros tiempos.

C- No puede hacer eso.

S- ¿Quiere apostar? (Deja la soga en el piso) Es un saltito, nada más.

C- ¿Qué le hice?

S- Personalmente nada. Al contrario, me cae muy bien. Demasiado quizás.

C- Va a matarme.

S- No. Me voy a suicidar y la voy a llevar de paseo. Será la psiquiatra que más de cerca va a conocer las conductas de alguien que quiere acabar con
este mundo de crueldades y desafectos.

C- Está completamente… (Se frena)

S- ¿Loco? ¿Es su diagnóstico final? Entonces abreviemos este trámite. (Toma la soga)

C- No. Perdóneme.

S- Está bien.

C- ¿Cuánto queda?

S- Ahí tiene el reloj. Mire usted misma. No quiero que crea que le hago trampa con los minutos.

C- Está bien. (La actitud de la mujer cambia) Comencemos.

S- ¡A eso le llamo una mujer optimista!

C- Tengo que poner una regla yo, también.

S- Si puedo satisfacerla.

C- No puede mentir.

S- ¿A qué se refiere?

C- En tratamientos comunes, los pacientes ocultan cosas. Actitud que es natural.

S- Entiendo.

C- Y después de un tiempo comienzan a revelar aspectos más escabrosos de su vida.

S- Es lógico.

C- Pero como está reunión es única, si usted miente a mis preguntas, me va a hacer retrasar. Y eso, dadas las circunstancias, sería hacerme trampa en éste juego macabro que plantea.

S- Buen punto. Acepto. Además me fascina que le llame juego. Al fin y al cabo eso es vivir.

C- Dije macabro también.

S- Más a mi favor. (Mira el reloj) Cuarenta minutos.

C- ¡Es imposible!

S- Para quien puede morir al final de nuestra sesión yo diría que es una eternidad.

C- Si falla en una respuesta, gano cinco minutos más.

S- Me encanta. Aceptado. Sabía que la elegí bien.

C- ¿Mato?

S- No se anda con vueltas, eh.

C- ¿Lo hizo?

S- Algunas veces.

C- ¿Cuándo?

S- Un gato a los quince años. Para ver como era la sangre. Un mendigo a los dieciocho. A patadas y por comida. Alguna muchacha que no apetecía servir a mis hormonas…

C- ¿Cuántas muchachas?

S- Solo una. ¿Qué cree? ¿Qué soy el vampiro de Dusseldorf?

C- ¿Alguien más?

S- Pájaros.

C- Me refiero a personas.

S- Se me trato de inculpar por el incendio que terminó con mis padres.

C- ¿Y?

S- No lo hice. Aunque vi las llamas en mi casa y escape solo. Digamos que me olvide de salvarlos. Algo parecido a lo que me habían hecho ellos a mí.

C- ¿Eso es todo?

S- Sí.

C- ¿Y hoy? ¿Por qué la sangre en la cama? ¿Las sábanas son suyas?

S- Sí.

C- ¿Cómo era su relación con el Doctor Guzmán?

S- Intrascendente. Me hacía ver que todos mis traumas venían de mi infancia. Y eso ya lo sabia yo sin necesidad de ningún médico. (Pausa) Que extraña

asociación.

C- ¿Cuál?

S- Ha unido en su mente a mis sábanas con su colega. Casi una perversa situación. ¿Entre Guzmán y yo solamente, o usted aparece también?

C- No desvíe mi atención, Silvio.

S- Los pacientes fantaseamos con nuestro terapeuta.

C- ¿Varón o mujer?

S- En mi caso, con usted. Aunque llamarlo fantasía me parece vulgar. Le pido perdón.

C- ¿Guzmán?

S- Es un tanto obeso. Sí le dijera que él tiene un lunar cerca de la ingle pensaría que tuve sexo con él?

C- No creo que mi colega se inmiscuya sexualmente con un paciente. Está fanfarroneando con misterios distractorios. Me debe cinco minutos.

S- ¿Ustedes tuvieron sexo?

C- No. Y me debe cinco minutos.

S- ¿Quiere llamarlo?

C- ¿Al doctor? No me dejaría hacerlo. No me robe tiempo, Silvio.

S- Digo la verdad.

C- (Duda) Porque sabe que Ramiro apagó su aparato. Basta de dilaciones.

S- Ahora lo menciona por el nombre. Si lo llama, le doy sus cinco minutos, aunque no miento con lo de la ingle. (Cintia duda) Y le regalo cinco más.

C- Me confunde.

S- (Metiendo su mano en el portafolio) Es la idea. Pero le regalo minutos.

C- Voy a tomar el teléfono y lo voy a llamar. ¿Puedo decirle que venga?

S- Estaría bueno. (Saca la mano del portafolio. Tiene un pañuelo que pasa por su frente) Los tres juntos.

C- ¿Y si no contesta?

S- Insiste más tarde. (La mujer se alivia y agarra el teléfono, marca) Lo sabe de memoria… (De pronto comienza a sonar un celular dentro del portafolio de

Silvio. El hombre extrae el aparato de dentro y Cintia se aterroriza) Diez minutos bien ganados, Cintia. (Mueve la aguja de la alarma del reloj)

Está en… casi cincuenta minutos, ahora… Mate una vez más. Hoy. Guzmán vio como se le deshilvanaba la vida por el corte que le hice en sus berrugosas ingles. Como cuando se nos rompe un pantalón en la entrepierna.

C- (Está totalmente conmovida) ¡No puede ser!

S- Ganó diez minutos, Cintia. No los desperdicie en penas inútiles.

C- Ese hombre…

S- Era una persona maravillosa, cabal, especial. No lo dudo. Aunque en lo particular me parecía un Psiquiatra mediocre.

C- (Hace un gran esfuerzo para que la pena no la domine) ¿Por qué lo mato?

S- Está perdiendo tiempo.

C- ¡Deje que yo decida que hacer con mi tiempo!

S- Que en éste caso también es el mío. No me gustaría llegar al fin de mis días porque nos retrasamos con el obeso.

C- ¡¿Por qué mierda lo hizo?!

S- Porque se interponía entre nosotros. Profesionalmente, hablando.

C- ¡Dios mío!

S- (Ríe) Infaltable. ¡Hasta en usted! (Mira hacia arriba) El protagonista morboso de lo que no sabemos resignar.(Suena el teléfono de línea. La tensión crece. Se enciende el contestador)

Voz- Hola. ¿Estás ahí?

C- Mi hermana.

S- ¡Quieta!

Voz- Nada. Hable allá y no habías llegado. Te estoy llamando al celular y lo tenés

apagado. Me contó Seba lo del tipo que no te dejaba salir. ¿Sos difícil, eh?

Y mentirosa. Seba solo se puede creer eso. Tengo la sensación de que seguís en tú casa. No es momento para que te enojes con él. ¿Me vas a atender? No
se te ocurra pasar ahí sola la navidad. Mejor que le lleves a mi sobrina el gato ese gigante que tanto nos costo encontrar…De última te venís acá; con papá y conmigo. Si estás mal te voy a buscar yo… Avisame, Cintia. Y llego rapidito a salvarte… En serio, nena… Yo no tengo problemas en ir a ayudarte. (Corta).

S- Es increíble la sangre. Sabe que está acá todavía. (Cintia está emocionada)
Su hermana y su padre no pasaban la fiesta con usted. Debo cuidarme de sus trampas, Cintia.

C- (Llora) ¿Por qué me tuvo que pasar esto?

S- Lo mismo decía el desangrado… Y no es por envidioso, pero creo tener más
derecho a esa pregunta yo… Se agotan nuestros segundos, Doctora. Podemos volver a lo nuestro.

C- ¡No me puedo reponer tan rápido! ¿Lo puede entender?

S- ¿Vio que feo es que nuestros dolores dependan de un reloj? ¿Tener que ver como el profesional que nos atiende mira el minutero en vez de
salvarnos!

C- ¡Nadie salva a nadie de nada!

S- Usted y yo, Cintia. Nosotros dos somos nuestra vida. O Nuestra extinción romántica.

C- Deje de enamorase con sus propias palabras y dígame como mató… (Piensa)
¡No lo hizo! ¡Está haciendo alarde, nada más!

S- No le estoy mintiendo.

C- (Se repone un poco. Está eufórica) ¡Le robo el celular y vino con su patética confesión!… (Lo desafía) ¡Pruebe que mató a ese hombre!

S- Sí insiste… Había planeado esta parte de la trama para más adelante. Pero le voy a dar el gusto… (Abre su portafolio y extrae del mismo una cámara

digital. La enciende)

C- ¿Qué va a hacer?

S- ¿No pensará que voy a filmarla? ¿O sí?

C- ¡¿Le pregunte que hace?!

S- Grabe la ejecución. Aquí tiene la prueba. (Le gira el visor de la cámara hacia ella. Se escuchan los gritos de Guzmán. Cintia mira por un segundo a la
imagen grabada y deja de hacerlo. Llora. Se tapa la cara. Cuando comienza
a emitir un grito, Silvio le tapa la boca. Forcejean) Es increíble la fidelidad que tienen éstas grabadoras. Parece que está sucediendo otra vez. Como en
el cerebro cuando algo se nos repite hasta el odio y la venganza. No haga que la lastime. No me lo perdonaría, Cintia. Pero no queremos que nos interrumpan. Le aseguro que no son mis mejores modales estos. Pero tengo
que hacerlo. Si se porta bien, la suelto. (La mujer le hace señas de que no va resistirse más. Finalmente, Silvio la suelta de a poco) Y perdió cinco minutos de los diez que se ganó. (Lo hace en el reloj)

C- Haga lo que quiera.

S- (Se irrita en demasía) ¡¿Porqué cambio de perfume!?

C- ¡¿Qué dice?!

S- ¡Tendría que sacarle más tiempo! ¿Por qué dejó de usar el perfume suave?

C- ¿De que habla?

S- (Camina por el lugar) ¡Del que usaba cuando nos veíamos! ¡El que daba paz! ¡Cómo se llamaba!

C- ¡No sé!

S- Ha perdido lo que ganó. (Quita otros cinco minutos del reloj) Tiene treinta

minutos, ahora.

C- (Agarra la soga) ¡Hágalo!

S- ¿Qué?

C- Saltemos.

S- ¿La ventana?

C- Sí. Me doy por vencida.

S- Es una treta.

C- No. Si es lo que va a suceder. Resta media hora.

S- Pero ya tiene varios detalles de mí.

C- Termine con esto.

S- ¿Es su última palabra?

C- Nunca mejor dicho.

S- Está bien. (Ata a Cintia por un extremo. Luego lo hace con él mismo) Vamos entonces.

C- ¿Qué sintió? ¿Las veces que mataba?

S- Placer. Casi sexual.

C- Lo imaginaba. ¿Vamos?

S- Claro. Después de usted. (Cintia comienza a caminar hacia la ventana)

C- Déjeme saltar con el regalo de mi hija.

S- Si así lo prefiere.

C- (Camina hacia el paquete) No llego.

S- Claro. (Debe seguirla, ya que la extensión de la soga los obliga a desplazarse hasta la cercanía de la puerta de calle) Nuestro cordón umbilical.

C- Para la muerte. (Toma el regalo) Ya está.

S- ¿Qué es?

C- Un enorme gato. Vaya casualidad. Lo primero que mató, ahora lo acompaña al suicidio.

S- ¿No creerá que tengo culpa por las muertes, no? Mala estrategia.

C- ¿Abro la ventana o lo hace usted?

S- Yo. (Lo hace)

C- ¿Subimos juntos?

S- Claro. Es la peor parte de la mitad de mi sueño.

C- No llegó. La silla. (Vuelven a desplazarse hasta el centro del espacio. Silvio agarra dos sillas)

S- Listo. Vamos a subir uno a cada silla. Sin trampas, Doctora. Mi cuerpo la va a arrastrar igual una vez que salte. (Se desplazan)

C- Me pregunto si habrá alguien del otro lado esperando.

S- (Deposita las sillas) No diga estupideces.

C- En mi caso, mis cuatro abuelos. Su recibimiento va a estar un poco más poblado.

S- (Abre la ventana) A las sillas. (Suben. Cintia trastabilla y el enorme gato salta hacia el vacío. Los dos se quedan mirando como el regalo se estrella en el piso de la calle)

C- (Con los ojos llenos de lágrimas) Está alto.

S- Parece.

C- Ahora nosotros. (Cintia está llorando) Dígame cuando.

S- Está coqueteando con la muerte, Doctora.

C- Usted, no yo. ¡Saltemos!

S- ¡Se va a arrepentir!

C- ¡Usted más, Silvio! ¿Qué pasa? ¿No puede saltar?

S- ¡Cállese!

C- ¿No tiene alma para un final tan romántico?

S- ¡Silencio! (Le da un sopapo. Los dos caen al piso del comedor)

C- ¡No se puede suicidar!

S- ¡Usted no entiende nada! (Se saca la soga)

C- (Se queda un segundo tratando de recuperar el aliento) ¡Está hecho de otra

sustancia! ¡Se alimenta del dolor ajeno!

S- ¡En eso tiene razón!

C- Lo sabía.

S- (Se acerca a la pesada mesa ratona) ¿Cuánto pesará? (Sacando lo que hay sobre la mesa) Me da placer matar.

C- Fue un shock. Para el tratamiento, Silvio.

S- Claro. (Agarra la mesa. Se nota que es bastante pesada) Y ahora viene el mío, Cintia. (Lleva la mesa hasta la ventana) ¿Quiere jugar fuerte?

C- ¿Qué va a hacer?

S- Adivine. (Ata la mesa al extremo de soga libre)

C- Silvio

S- Ganó por un momento, psiquiatra. Pero yo tengo más ideas que usted sobre la destrucción. (Se asoma por la ventana)

C- ¡Le digo que era un shock!

S- Y dio resultado. (Comienza a colocar la mesa del lado del vacío)

C- ¡No es justo!

S- Cuénteselo a sus cuatro abuelos cuando baje Y al gato roto. (Sigue guiando a la mesa hacia abajo; ahora con la soga. Su peso empieza a arrastrar lentamente a Cintia hacia la ventana. La mujer se agarra de donde puede)

C- Es parte del tratamiento. Lo cure a medias. Ya sabe que no es un suicida.

S- Intenté matarme varias veces. En eso falla.

C- ¡Que mierda quiere entonces! ¡Puedo curarlo, Silvio!

S- Le dije que quiero la salvación.

C- ¡Déjeme salvarlo! (Se va acercando lentamente a la ventana)

S- Al Doctor Guzmán lo corte en las arterias fundamentales. Después lo envolví con una sábana que había llevado para eso. Mientras a usted le envolvían al gato para Sabrina, yo lo hacía con la vaca de Guzmán. Para usted (Cintia está junto a la ventana) Ahora la voy a ayudar a dar el salto. La mesa va a hacer el resto. Es increíble que las leyes de Newton sigan tan vigentes. ¿No?
Permítame Cintia. La voy a levantar en brazos. Como cuando el novio entra a la novia al dormitorio de la boda. Nunca vi a una mujer de luna de miel
con una mesa.

C- No.

S- No forcejeemos. No quiero que se lastime antes de tiempo.

C- ¡Puedo ayudar a que no mate más!

S- (La agarra. La mujer se defiende) Sepa renunciar a la vida, mujer.

C- ¡No! ¡Tengo una hija!

S- (Va pasando a la mujer por partes del otro lado. La acción es muy resistida por la mujer. Canta) “Tengo una hija sin gato, Tengo una hija sin madre”
(Finalmente, Cintia está del otro lado agarrada con las manos del borde de la ventana. Los pies apoyados en el marco del final de la ventana. Por momentos se le sale un pie y queda casi colgando. Está haciendo un gran esfuerzo para que la mesa no la arrastre. Silvio la toma de las muñecas. Si la suelta caerá al vacío)

C- No... voy a poder… resistir mucho… más.

S- ¿Qué se siente? ¿Depender de mí?

C- ¡No me tire! ¡Por favor!

S- Tengo todo su futuro en mis manos, Doctora.

C- ¡Se lo suplico!

S- Ustedes están acostumbrados a eso. ¿No? ¡A curarnos de pasado para ser los
salvadores de nuestro futuro! ¡Esa no es la salvación que esperaba de usted!

C- ¡No quiero morir!

S- Todavía no. Le dije que mi placer era casi sexual. (Le suelta una muñeca. Canta) Me falta un poco. Le falta poco.

C- Me… pesa demasiado.

S- Elija palabras más cortas, Cintia. Debe aprovechar el aire.

C- Las pastillas.

S- ¡¿Otra zancadilla?! ¡Pero no le voy a creer!

C- Creo que no voy a pod… (Se desmaya. Silvio la sostiene. Ahora le pesa mucho más)

S- ¡No! ¡Está jugando! ¡Maldita sea! ¡Diga que me juega, Doctora! (Está haciendo un gran esfuerzo) ¡Tiene que estar lúcida! ¡Tenía que ver mi cara
hasta el final! ¡Hasta la gran revelación! ¡Cuándo me suplicaba y yo la salvaba la miseria humana! (Empieza a subirla) ¡Se va a arrepentir, Cintia!
¡Sino es como yo digo le voy a tener que arrancar los párpados y me va a tener que mirar hasta el último instante! (Logra subirla. Pasa a la mujer hacia adentro. La deja en el suelo. Luego toma la soga y tira hasta traer la mesa. La ingresa y la deja también en el piso. Se agacha. Mira a la psiquiatra. Su rostro cambia de expresión. Está preocupado. Pone sus dedos en el cuello de la mujer. No capta los latidos. Coloca su oreja en el pecho de Cintia) ¡Idiota! ¡No puede irse ahora! (Trata de pensar. Le da golpeteos en el rostro. (Lloriquea) ¡Cintia! (Se abre la puerta del departamento e ingresa una mujer.En su mano trae el paquete del regalo todo desarmado. Al ver la situación queda estática por un instante) ¡No respira! ¡No tiene latidos!


Esta historia termina acá.